martes, 16 de diciembre de 2008



(LÉASE EN VOZ DE MI NUEVO PEQUE): Guiado por la nostalgia del BDSM y de una gran amistad, así como por una maravillosa persona que recién conocí, anduve por las antiguas calles del Centro, donde las ciudades prehispánica, virreinal y contemporánea conviven, con toda su gloria y decadencia se asoman en cada palmo de terreno.

En medio de aquella vorágine fui gratamente recibido en un remanso de paz (lo admito, suena extraño para ser una Dominatrix). Para quienes no la conocen, no quiero estopearles lo que sería su primera impresión, para aquellos que sí la conoce, bien saben a qué me refiero, simplemente quita el habla (en muchos sentidos); tras los saludos de rigor, me condujo a su estudio, más amplio e iluminado de lo que pensaba, pero muy acogedor, claro, tan acogedor como lo pueden ser una cruz, cadenas,grilletes, esposas, cuerdas y un sinfín de juguetes de diversos tamaños y muchísimas formas.

Me pidió sentarme en un silloncito para hablar sobre las reglas del juego y un poco sobre música, antes de poner manos a la obra: desnudo, me ató las manos y me puso collar y cadena para llevarme al baño y dejarme en el suelo de la regadera...

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